Por qué encuentro problemático hablar de los TCA “desde una perspectiva de género”

El otro día me encontré con la publicación de una agrupación muy conocida en el ámbito de la liberación corporal afirmando que no se puede hablar de trastornos alimentarios si no es desde una perspectiva de género.

Y estoy en desacuerdo.

Las miradas que elegimos para conceptualizar los trastornos alimentarios inevitablemente determinan lo que percibimos como causa y lo que percibimos como solución. Cuando trabajas con y estudias extensamente los trastornos alimentarios y conoces cientos de casos, sabes que muchos casos no surgieron de una necesidad de cambiar el cuerpo, no surgieron como necesidad de bajar de peso para cumplir con expectativas irreales de “belleza”, y no surgieron debido a un deseo de verse de alguna forma. Esto demuestra una falta enorme de conocimiento respecto a este tema y perpetúa la idea de que son principalmente mujeres que desean verse de cierta forma -sea por el motivo que sea- las que desarrollan un trastorno alimentario.

No me cabe ninguna duda de que muchas personas que desarrollan un trastorno alimentario ha sido a partir de alguna de estas afirmaciones previas. De hecho, conozco personas que a partir de una imagen corporal negativa comienzan el oscuro camino de un trastorno alimentario. Es una realidad. Vivimos en una sociedad que pone enorme énfasis a la imagen física. La gordofobia es desenfrenada, niñas pequeñas de hasta 5 años dicen querer ser “delgadas”, y siguen existiendo programas de televisión que humillan a las personas por su aspecto físico. Todo esto -y mucho más- es una realidad en nuestro mundo, y debemos hacer mucho trabajo aún por cambiarlo. Las mujeres históricamente han sido manipuladas por los medios y por las industrias de la moda, la comida, y maquillaje. Todo esto es cierto. Y, por supuesto, esto es un gatillante para muchas mujeres -y hombres- en todo el mundo, el factor desencadenante de su trastorno alimentario. Por esto, creo que es necesario que las iniciativas para modificar este sistema patriarcal sigan e irrumpan con fuerza en nuestra sociedad.

Pero aún así, existirán trastornos alimentarios.

Porque:

  • Un trastorno alimentario surge sólo tienes la predisposición genética para desarrollar uno. (Revisar los estudios ANGI y EDGI)
  • Un trastorno alimentario surge cuando existe menos ingesta energética que gasto (lo cual puede ser de muchas formas no intencionales, como un virus estomacal, realización de deporte sin necesaria compensación calórica, o alguna enfermedad médica, entre otros)

En la antigüedad también existía la anorexia. Se conocía como anorexia mirabilis porque las mujeres que lo padecían eran religiosas que restringían severamente su alimentación como medio de elevación espiritual. Muchas de éstas morían, siendo catalogadas como santas o quasi-santas por su gran devoción.

Donde exista restricción alimentaria, existe el riesgo de desarrollo de un TCA. Hasta un 25% de aquellas personas que hacen dieta desarrollarán un TCA. Esto no es necesariamente porque ese 25% sea más débil, tenga más traumas, tenga más problemas con su imagen corporal, ni venga de familias más problemáticas. Es probable que sea por una predisposición genética que -junto a otros factores- ha favorecido en ese momento y en ese lugar la aparición del trastorno alimentario.

Por lo tanto, yo no hablo de los trastornos alimentarios desde una perspectiva de género. Una perspectiva de género no cambia el hecho de que la rehabilitación nutricional es la primera prioridad al tratar un TCA. Una perspectiva de género no empodera a los padres para que rehabiliten nutricionalmente a su hijo. Y trabajar desde una perspectiva de género ni siquiera asegura que la persona no vaya a recaer. Para los y las que necesiten, luego de devolver -a través de la rehabilitación nutricional- a su cerebro a un funcionamiento óptimo, aún trabajar temas de autoestima, imagen corporal, aceptación del cuerpo, etc., en donde haga sentido la perspectiva de género, bienvenido sea, es justo, es necesario, es fundamental. Para todo lo demás, atengámonos a lo que nos dice la ciencia: La comida es medicina.

¿Se puede prevenir un trastorno alimentario?

Aunque no existe una forma 100% efectiva de prevenir el desarrollo de un trastorno alimentario, sabemos que la restricción alimentaria da lugar a un balance energético negativo (más gasto que ingesta calórica), el cual es el principal gatillante de los TCA. Por esto, todas las ideas presentadas aquí son fundamentales.

Esta semana pasada participé del International Conference on Eating Disorders del Academy for Eating Disorders. Fueron cinco días absolutamente enriquecedores, en donde tuve la oportunidad de aprender de lxs mejores profesionales del área, incluyendo a Lauren Muhlheim, Rebecca Murphy, Catharine Devlin, Marcia Herrin, Laura Hill, y Shira Evans. Además, tuve la oportunidad de hablar con Stacey Nye, Katharine Loeb, Guido Frank, Michael Levine, y Kym Piekunka. Mi corazón y cabeza están llenos de alegría e información. Iré compartiendo ideas esenciales, todo con la intención de educar, prevenir y erradicar los trastornos alimentarios. Creo que es posible.

Un abrazo enorme para cada unx de ustedes.

Al menos tres años…

¿Pueden creer este dato? Según datos vivenciales, muchas personas se refieren a cinco, siete, o hasta diez años años, pero la ciencia demuestra que al menos son tres años para que un cerebro recupere por completo la materia gris (Roberto et al., 2010; Wagner et al., 2005; Chui et al., 2008). Ahora, según datos anecdóticos, el cerebro debe estar en esta rehabilitación nutricional por al menos unos dos años más para asegurar una recuperación completa (mientras más tiempo pase, menos probabilidades de una recaída).

Así de nefasto es el efecto de la desnutrición en el cerebro. Claramente, un cerebro con disminución de masa gris se puede evidenciar en una persona a través de distintos signos: irracionalidad, ánimo deprimido, obsesividad, ansiedad, etc. Y eso, entre otras cosas, es justamente lo que vemos en las personas con anorexia y otros trastornos alimentarios. Un cerebro desnutrido es un cerebro dañado estructuralmente.

Es por esto que el énfasis primario en los trastornos alimentarios es la rehabilitación nutricional. No podemos esperar que un cerebro dañado responda con lucidez y una introspección satisfactoria. Primero, comida como medicina. Luego, todo lo demás.

Si ves algo que te preocupa, ACTÚA AHORA

Una de las ideas más esenciales frente a la aparición de un trastorno alimentario es la necesidad de actuar rápido. He visto situaciones lamentables en las que padres/madres/cuidadores/familias/parejas minimizan lo que ven o simplemente se niegan a la realidad.

Mientras antes se intervenga en un trastorno alimentario, más son las probabilidades de que la persona afectada pueda mejorar y sanarse completamente. Demorarse en la búsqueda de ayuda es permitir que el trastorno se haga más fuerte, y cueste más tratarlo. A pesar de que existe evidencia de que los trastornos alimentarios son posibles de sanar independiente del tiempo que la persona ha estado enferma, el pronóstico es mucho más alentador cuando la intervención es temprana, intensiva, y rápida.

Durante la pandemia han aumentado exponencialmente los trastornos alimentarios. Lo que más le puedo enfatizar a aquellos cuidadores y seres queridos que están siendo testigos en sus hijxs o parejas de comportamientos poco saludables frente a la comida es que actuar ahora puede ser la gran diferencia entre una vida relativamente normal y una vida sumida en una enfermedad compleja, dolorosa, y altamente mortal.

Revisa la imagen y determina la necesidad de actuar ahora. Tu ser querido no puede esperar.

Rehabilitación nutricional: la primera línea de acción

Cuando escucho de profesionales que le dicen a las familias que consultan por anorexia en sus hijos, “tiene que querer mejorar”, o “déjalo, va a comer cuando quiera”, o, peor aún, “primero tenemos que descubrir por qué no está comiendo”, me dan ganas de golpearme la cabeza contra la pared. Ningún profesional informado y EDucado diría algo semejante, y esto porque está demostrado que un cerebro desnutrido 𝙣𝙤 𝙚𝙨 𝙧𝙖𝙘𝙞𝙤𝙣𝙖𝙡. La desnutrición cerebral es un “neuromodulador poderoso” (Kim McCallum, 2017), que da lugar a actitudes y pensamientos irracionales. Es por esto que las personas con anorexia generalmente presentan síntomas ansiosos, depresivos, y obsesivos serios y persistentes: el cerebro desnutrido los gatilla y perpetúa.

El cerebro necesita aproximadamente 500 calorías diarias para funcionar. En un niño, niña o adolescente, las necesidades calóricas son más debido a su proceso de crecimiento. En un niño, niña, o adolescente con anorexia, las necesidades calóricas son muchísimas más de las que suelen recomendar nutricionistas y médicos.

El Dr. James Lock incluso insiste en la necesidad de evaluar seriamente la prescripción de medicamentos psiquiátricos en estos pacientes, ya que no existe evidencia alguna de que funcionen en un cerebro desnutrido, y la mayoría de síntomas se gatillan o exacerban por la desnutrición cerebral.

Si tu equipo de salud no reconoce la rehabilitación nutricional como primera línea de tratamiento, compártele está página y dirígelo en especial a la sección Libros y Otros. Es necesario contar con profesionales informados y educados en tratamientos basados en evidencia científica.

¡Fuera los viejos paradigmas!

Mientras las personas (los afectados y sus familias) y profesionales sigan creyendo ideas obsoletas como la que el trauma causa la anorexia, no podremos avanzar en el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria.

Estoy haciendo un curso de Family Based Treatment, y la verdad es que cuando uno mira la historia de “investigación” (claramente, poco aferrada a la evidencia) de la anorexia, nos encontramos con un puñado de médicos y psiquiatras que perpetuaron las ideas más dañinas con respecto a este trastorno. Permítanme dejarles una de estas tantas joyas:

“𝘓𝘢 𝘱𝘰𝘴𝘪𝘤𝘪ó𝘯 𝘦𝘷𝘪𝘵𝘢𝘵𝘪𝘷𝘢 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘢𝘯𝘰𝘳𝘦𝘹𝘪𝘢 𝘯𝘦𝘳𝘷𝘪𝘰𝘴𝘢, 𝘱𝘰𝘳 𝘵𝘢𝘯𝘵𝘰, 𝘦𝘴 𝘱𝘳𝘰𝘧𝘶𝘯𝘥𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘱𝘴𝘪𝘤𝘰𝘴𝘰𝘮á𝘵𝘪𝘤𝘢, 𝘦𝘯𝘳𝘢𝘪𝘻𝘢𝘥𝘢 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘱𝘢𝘤𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘢𝘱𝘢𝘳𝘦𝘯𝘵𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘮𝘪𝘭𝘢𝘨𝘳𝘰𝘴𝘢 𝘺 𝘤𝘪𝘦𝘳𝘵𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 ú𝘯𝘪𝘤𝘢 𝘥𝘦 𝘳𝘦𝘷𝘦𝘳𝘵𝘪𝘳 𝘦𝘭 𝘱𝘳𝘰𝘤𝘦𝘴𝘰 𝘱𝘶𝘣𝘦𝘴𝘤𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘺, 𝘱𝘰𝘳 𝘵𝘢𝘯𝘵𝘰, 𝘥𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘴𝘶𝘴 𝘪𝘮𝘱𝘢𝘤𝘵𝘰𝘴 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘢𝘭𝘦𝘴 𝘺 𝘱𝘴𝘪𝘤𝘰𝘭ó𝘨𝘪𝘤𝘰𝘴” Arthur Crisp, psiquiatra británico.

Si lo pudimos hacer con los trastornos del espectro autista (“madres refrigerador”) y con la esquizofrenia (adivinen: nuevamente debido a una madre disfuncional en su rol), ¿cómo no lo vamos a poder hacer con los trastornos de la conducta alimentaria?

Gracias a estudios científicos que se comenzaron a realizar en los años 80, la idea de que las familias generaban la anorexia se ha ido al tacho. El problema es que, por algún motivo, la mayor parte de los profesionales de la salud mental 𝙣𝙤 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚𝙣 𝙞𝙙𝙚𝙖 de esto. Sinceramente, me indigna. Pero mi opción es esta: EDUCAR, EDUCAR, EDUCAR, todo a través de la evidencia.

Pronto subiré más estudios que aporten a la desmitificación de la anorexia (ya hay varios que demuestran sus bases biológicas). No duden en acceder a éstas, y a escribirme frente a cualquier duda. Y, por sobre todo, COMPARTAN ESTA INFORMACIÓN!!

Natalie